Los diamantes se forman bajo mucha presión en el manto de la Tierra y, los diamantes más extraordinarios se forman aún más profundamente, en las entrañas de la Tierra. El proceso de formación de estas gemas es casi un milagro: los diamantes necesitan de 1 a 3 billones de años para llegar a formarse. Resultado de tiempo y condiciones naturales excepcionales, estas gemas preciosas se consideran una maravilla limitada, además de un símbolo universal de riqueza y glamour. Debe de haber una razón por la cual se conozcan como “el mejor amigo de una mujer”.
Icónicos y bellos. Sin embargo, hay una parte negativa en estas gemas: suponen unos costes medioambientales y humanitarios muy altos asociados a la minería. Pero a medida que los consumidores se hacen más conscientes, la industria de la joyería ha tenido que seguir el ritmo y ofrecer alternativas más sostenibles, y aquí es donde los diamantes lab-grown entran en juego.
Los diamantes lab-grown son química, física y ópticamente idénticos a los diamantes obtenidos mediante minería. Además de mantener su brillo y extrema belleza natural, los diamantes lab-grown representan un planteamiento más sostenible en el que la belleza y la calidad no están comprometidas.
El proceso de creación de los diamantes Lab-Grown
Queremos recalcar esto con fuerza: aunque estén creados en un laboratorio, los diamantes lab-grown son idénticos a los naturales. No hay diferencias visibles entre ellos: incluso un gemólogo profesional tendría dificultades diferenciando un diamante natural de uno creado por el hombre. Los diamantes lab-grown también cobran vida usando calor y presión extremos, pero en el interior de una máquina en vez del manto de la Tierra, lo cual acelera el proceso: se tardan unas 3-4 semanas en obtenerlos (en vez de billones de años). Por favor, ¡Demos un gran aplauso a la tecnología!
Hay dos métodos principales de producir diamantes de calidad en la actualidad. Un método es el llamado HPHT (de inglés High Pressure High Temperature): la semilla de otro diamante se coloca con carbono de grafito puro y se expone a altas temperaturas, en una cámara de alta presión. El otro es el método de deposición de vapor químico o CVD (Chemical Vapor Deposition) en el que se utiliza el gas metano como fuente de carbono. Los iones de carbono se depositan sobre la superficie creando, poco a poco y capa a capa, un diamante.
Estos procesos permiten la existencia de una industria del diamante más sostenible. La explotación de minerales causa daños irreversibles en el entorno natural. La minería de diamantes ha sido asociada con la contaminación del agua debido a los drenajes de las minas. El Wall Street Journal declaró en 2016 que los diamantes eran los culpables de la destrucción de hábitats naturales en Canadá. También destacable, es el hecho de que un diamante natural consume más de 476 litros de agua por quilate. A lo cual añadimos las emisiones de carbono: un diamante tradicional produce más de 50 kg de dióxido de carbono por quilate. En comparación con los diamantes lab-grown, que emiten solo 3 kg, un 4,8% de lo que los diamantes de mina producen en su extracción.
Así pues, tras saber todo esto, puede que sí que los diamantes sean el mejor amigo de una mujer, pero dudo que la naturaleza sienta lo mismo. Pero tranqui, la buena noticia es que te puedes deleitar con su extraordinaria belleza y brillo con los diamantes lab-grown, el hermano gemelo que es mucho más sostenible. Si quieres ver a los brillantes de laboratorio brillar en su máximo esplendor, echa un vistazo a las piezas de nuestra colección de Alta Joyería.
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